Hace unos días, en una conversación de sobremesa, una amiga experimentada lectora de biografías, libros de memorias y toda clase de «sucedáneos» sobre la vida y milagros de…, me comentaba que a ella no le interesan demasiado los lados más escabrosos, alojados en la más esquinada intimidad, de los escritores o de los artistas. En resumen, prefiere no saber, no mirar por el ojo de la cerradura, así evita psicoanalizar, averiguar el porqué y el cómo de muchos de los tormentos que van y vienen por la cabeza de estos creadores. Sencillamente, prefiere disfrutarlos sin polvo ni paja alguna que perturbe el horizonte creativo. Legítimo, pero discutible. Si nos adentramos en un libro de memorias o autobiografía, todo
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